Humildad. — Virtud cristiana que consiste en el conocimiento de nuestra bajeza y miseria, y obrar conforme a él. Acto de anonadarse uno ante Dios o de considerarse uno inferior o de menos mérito ante los hombres. Bajeza de nacimiento o de cualquier otra especie. Sumisión, rendimiento. Humildad de garabato: es la humildad falsa y afectada. Teoría ascética: La humildad proviene del conocimiento de nuestra posición real frente a Dios, de que nada valemos y de que todo proviene de El. Con respecto a la sociedad, es el conocimiento real de lo que le debemos a la misma respecto a nuestra formación moral, científica, social y religiosa. – Ascética cristiana: Base y fundamento de todas las virtudes, porque sabiendo en verdad cuánto se vale, no se edificará sobre el error y la falsedad. Bajo este concepto, no puede confundirse con el pesimismo. Significa ser libre de las exageraciones del orgullo y por lo tanto favorece el desenvolvimiento normal de nuestras facultades y aptitudes y nos habilita para corregir nuestras deficiencias. La humildad lleva como distintivo la modestia y la flexibilidad (no volubilidad) del juicio propio. El verdadero humilde huye fiel fausto aparato exterior, es condescendiente hacia su prójimo. Tiene cierta desconfianza en su propio juicio y busca Consejo del prudente y sabio. — Dicc. Enciclop.Espasa-Calpe.
Vamos a desarrollar en este estudio, el contenido de la palabra humildad. En él se podrá apreciar de inmediato cómo el concepto logosófico difiere casi en absoluto del que se tiene corrientemente, y aunque en algunos aspectos pareciera coincidir con la opinión más familiar al entendimiento humano, en su descripción y en su fondo podrá apreciarse a la vez, al substanciarse en el análisis, una pronunciada diferencia.
La humildad, en su esencia, encierra grandeza; nos referimos a la verdadera humildad; no a la falsa, la hipócrita. Es una virtud que habla de las altas calidades del espíritu y, como tal, se pronuncia como condición del carácter. Es natural, jamás fingida. Se manifiesta espontáneamente en las personas, con pureza en el sentir y en el pensar. No busca el elogio, como bien se descubre en la intención de quien aparenta tener esa virtud y la ostenta, especulando con la bondad del semejante. La verdadera humildad recoge al ser dentro de sí mismo, permitiéndole presentarse sin pliegues, sin dobleces: naturalmente. Todo lo contrario de la falsa, que encubre vanidad y soberbia, exteriorizándose aun con ironía en tanto se hacen protestas de humildad.
La humildad propriamente dicha, encierra, como dijimos, grandeza, porque resiste hasta la más cruda ofensa y se manifiesta de múltiples modos, denunciando siempre una cultura elevada. Ella dota al ser de una condición natural de afabilidad y cortesía; engendra la benignidad, la tolerancia y la buena disposición para conciliar los temperamentos. La falsa humildad es egoísta, y, en su fondo, es una expresión de usura y de engaño. Semeja al jugador que lleva el naipe escondido en el puño para sorprender a los que juegan con él y ganarles con desonestidad.
Ser humilde, en la pureza del sentido, es ser una alma grande; pero es necesario saber ser humilde. Tal condición de carácter o cualidad del espíritu, implica poseer una amplia comprensión de las cosas, un amplio discernimiento, un juicio sereno y una valentía moral a toda prueba.
Existe un tipo psicológico de seres, que ilustra acerca de lo que conmúnmente se ha dado en llamar humildad para lucro personal. Estos seres se presentan en general, con aparencia de víctimas a quienes se lesiona con toda clase de injusticias; y mientras dejan entrever una conducta sumisa dando la impresión de ser personas buenas, escudriñan el efecto que producen en el ánimo de aquellos con quienes tratan habitualmente. Si desaparece un objeto, sea o no de valor, y es encontrado en la cartera de ellos, tendremos ahí las víctimas de alguien que ha querido dañarles haciéndolos aparecer como ladrones. Si son descubiertos sus embustes, vendrán las protestas de inocencia para significar que no existió la intención atribuída. La simulación es su cualidad sobresaliente: cultivan una amistad para luego promover cuestiones en las que siempre buscan se les considere como injustamente tratados.
He ahí el gran valor que la Logosofía asigna al saber frente a la ignorancia, puesto que conociendo el contenido substancial de un concepto o de una palabra, se puede en todo momento actuar con seguridad de juicio o reflexión, preservándose así de la sutileza y el engaño. Bien claro puede apreciarse también, cuán grande es la diferencia que existe entre la elevación de quien cultiva la verdad, y la bajeza de quien opta por lo falso.
Es un error creer que la humildad y la pobreza son la misma cosa, y aun confundirlas, pues esta última es muchas veces motivo de rebelión y de rencor. No es, precisamente, un gesto de humildad, el desprecio y encono con que muchos pobres miran no ya a los ricos, sino a los que gozan de una posición más o menos holgada, como tampoco lo es el de aquellos ricos cuya vanidad y soberbia les hace menospreciar al de inferior condición.
La humildad surge con el discernimiento, y es el saber lo que la instituye en condición superior. Esto no quiere decir que no existan excepciones y se encuentren personas de reconocida bondad entre las que poco o nada han cultivado sus inteligencias; pero lo cierto es que en primer caso se obra conscientemente con humildad, mientras que en el segundo, bajo el imperio de la habitualidad innata o formas inconscientes de manifestación del carácter.
Las grandes figuras de la Historia fueron tanto más humildes cuanto más grande era su prestigio.
Por último, si la soberbia, que es la antítesis, enceguece, la humildad vigoriza la visión y permite con ventajas marchar por el camino del bien.