¿Cómo define usted la palabra «mente»?
¿Ha pensado usted alguna vez en esto?
Pues bien; la mente vendría a ser el espacio donde actúan los pensamientos; como si dijéramos, la casa donde entran, se mueven, salen, se albergan y también nacen al calor de concepciones fecundas.
Esta definición, tan sencilla como profunda, es imprescindible para comprender hechos y situaciones de la vida aparentemente inexplicables o no definidos ni aclarados con precisión.
Conviene saber que los pensamientos tienen, a semejanza de las personas, actuaciones propias. Pueden llegar a la mente de un hombre y ejercer allí una influencia determinada. Consideraremos, por ejemplo, el caso de un individuo de escasa cultura, a cuya mente acude un pensamiento que lleva en sí la inclinación al robo. Este pensamiento comienza a accionar dentro de su mente y al cabo de breve tiempo, hace que el hombre por él acosado consuma el hecho que señala la intención del robo.
¿Conoce usted cómo actúan los pensamientos?
Lo que acabamos de decir basta para revelar la gran necesidad que existe de conocer esa actividad. Los aspectos que agregaremos a continuación demostrarán al lector que esa necesidad es realmente imperiosa.
Los pensamientos viven, se mueven y accionan, pasando de una mente a otra con suma facilidad, en busca de puntos de afinidad. Dentro de cada mente pueden irse turnando los más variados pensamientos sin que el hombre sospeche la presencia de tales huéspedes, a los cuales confunde con elementos propios y originales en su mente.
En momentos en que un gran número de personas padece preocupaciones afines – tal como ocurre al presente –, los pensamientos, cuando por su naturaleza se multiplican, dan lugar a la formación de un ambiente colectivo, sea de ansiedad, de temor, etc., que presiona sobre todos los que participan de dicho ambiente, restándole las energías necesarias para sobrellevar la situación, o transformándolo, por contagio, en actitudes bélicas, etc.
De ahí la enorme importancia que tiene el conocer cómo actúan los pensamientos; es el primer paso que debemos dar para aprender a substraernos a la peligrosa influencia del verdadero «contagio mental» que acabamos de describir.
Saber cómo debe el hombre seleccionar los pensamientos para vivir exclusivamente con aquellos que le benefician porque le son útiles, proporcionándole motivos de satisfacción espiritual y moral, he ahí la más alta obra a la cual podamos consagrarnos.