Al hablar de los problemas de la conciencia, queremos significar que nos referimos única y exclusivamente a los que se plantean al entendimiento forzándolo a definir acerca de qué hechos pertenecen al dominio de la conciencia y cuáles al campo de la inconciencia o del subconsciente.
La mayoría se detiene en el instante en que debe determinar los límites de cada zona. Hay quienes confunden una con otra, y también, quienes han escrito mucho al respecto con abstención de todo pronunciamiento definitivo.
Para poder precisar con entera claridad la concepción logosófica sobre la conciencia y hacer que se comprenda mejor el alcance de la misma, vamos a asignar al contenido de la palabra conciencia dos sentidos diferentes, a saber: el de la conciencia común, qué es el estado racional de advertencia propia sobre las palabras y actos en cuanto ellos tienen lugar como producto de la voluntad, pero sin asumir en muchos casos el carácter de verdadera noción consciente de la actuación, y el de la conciencia que actúa sin interrupción estableciendo un control permanente de la labor mental, en virtud del cual ingresan los conocimientos al acervo interno, siendo éstos, precisamente, los que dan el verdadero carácter á la conciencia.
Dentro del cuadro de las proyecciones de la actitud individual, existen significativos indicios de posible suplantación de la conciencia por las formas particulares de suficiencia corriente. Es el criterio peculiar a cada idiosincrasia lo que hace las veces de la conciencia o, mejor aún, la sustituye en el juego de las funciones lógicas que atañen al entendimiento. Así, es dable considerar a todas las personas normales, como conscientes de sus actos y palabras. No podría ser tampoco de otra manera, cuando se trata de ajustar la conducta de cada uno al grado de responsabilidad que le corresponda. Aquí, hasta el más escaso de inteligencia agudiza los recursos de su mente para eludir las consecuencias de sus errores o faltas, en las que a juzgar por el criterio común, la conciencia pareciera no haber intervenido.
Lo cierto es que el albor de la conciencia se manifiesta cuando las sombras de lo ignoto han sido bloqueadas y, en parte, vencidas por la inteligencia en el esfuerzo por alcanzar mayor dominio en los planos del conocimiento.
Como es natural, ese esfuerzo no puede concretarse a una simple ilustración o investigación parcial de verdades inconexas. Debe tender, lógicamente, a unir la realidad existente que haya tomado contacto con la razón, con la que aún no se ha manifestado como tal al entendimiento, pero incluyendo en la serie de nociones preliminares que llevarán al conocimiento de altas verdades, todo cuanto forma parte del real existir.
El conocimiento le es dado al hombre a medida que evoluciona. Si esa evolución se acelera llevando cuenta de los avances que se realizan, tanto más pronto se logrará estar en condiciones de obtener mayor iluminación mental, desde que al progreso fecundo de la capacidad interna se sumarán como señales de guía o referencia, los conocimientos que se hayan incorporado al acervo propio, resultando más fácil el allanamiento de las dificultades para descubrir otras verdades que amplíen las posibilidades de saber.
Hemos dicho repetidas veces que era necesario activar el desarrollo de las facultades en base a una evolución consciente, pues sólo así pueden asegurarse resultados ultrasatisfactorios; pero para realizar esa evolución, se requiere, imprescindiblemente conocer los elementos, munirse de ellos y actuar con ellos. Ahora, como éstos en el mundo común están dispersos por doquier, a la generalidad le resulta sumamente difícil poder usarlos y aun disfrutarlos sin que escapen constantemente a su influencia o control.
Bien; la Logosofía presenta al ser, al discípulo, tres grandes elementos con los cuales puede actuar. El primero es el campo experimental; el campo de acción, de actuación que ofrece la Escuela, en donde están reunidos muchos de los elementos que se hallan dispersos por el mundo y en donde resulta sumamente fácil su observación y estudio. El segundo, lo constituyen los mismos discípulos con el acopio de experiencia y conocimiento que unos y otros van adquiriendo y de los cuales participan mutuamente. El tercer elemento lo representan los libros y publicaciones, en los que están insertas las enseñanzas que el discípulo consulta para obtener claras definiciones de puntos que de otro modo no alcanzaría a comprender.
Todo forma un orden, un conjunto metodológico que hace factible la evolución consciente, porque constantemente se está utilizando a sabiendas, con el consentimiento de la propia conciencia, de la propia razón, todo aquello que es indispensable a dicha evolución. El ser actúa al mismo tiempo que corrige, modifica y completa su aprendizaje, tanto por la actuación propia como por la actuación de los demás a quienes está vinculado, porque se halla en un campo experimental en el cual se presentan las más variadas y abundantes oportunidades para la observación clínica personal. No obstante, se requiere estar atento a todos los problemas que puedan plantearse a la mente y llevar un riguroso control de ese avance constante que se está haciendo hacia la región del conocimiento, para lo cual, repetimos, se requiere, indispensablemente, el contacto de unos con otros, a fin de intercambiar esa serie de impresiones que surge de la observación de las imágenes que se proyectan a los ojos del entendimiento, circunstancia que debe aprovecharse para consolidar el propio convencimiento.
Efectuados así los ensayos de confirmación de los aciertos logrados en esa observación, cada uno obtendrá por resultado la seguridad de los adelantos que vaya advirtiendo en sí mismo, y la convicción acerca de la eficacia de sus actuaciones.
Muy difícil, si no imposible, le es a un ser, librado a su sola iniciativa, crear el ambiente, reunir los elementos y tenerlos poco menos que a su disposición para poder realizar este mismo proceso conscientemente, porque se encontrará con una serie de resistencias que le impedirán todo intento al respecto.
Ahora bien; ¿cómo se crea el campo propicio en que se ha de basar la evolución? ¿Cómo ha de estimularse y sostenerse? He aquí la obra que está realizando la Logosofía a través de su Escuela.
Lo que venimos diciendo se confirma en una serie de hechos. Tomemos por ejemplo éste: el que quiere aprender un idioma va en busca del ambiente adecuado y de los elementos de estudio. El ambiente será la academia, el especializado o el país del habla que quiere aprender; los elementos, todos aquellos que hablan ese idioma, para poder familiarizarse con su fonética y llegar a hablar tan bien como los demás. Pero si se quiere aprender francés y va a donde enseñan inglés o a la China, jamás conocerá el francés. Tampoco podrá llegar a la práctica de un idioma comprando libros y aislándose para estudiarlos; transcurrido un tiempo y frente a aquel que lo habla perfectamente, advertirá el error, porque la forma de hablar será tan defectuosa que no podrá ser comprendida, a la vez que no comprenderá al que habla con corrección. Igual cosa acontece – ¿por qué no ha de ser lo mismo, se está regido por idéntica ley?– con el estudio de la Logosofía, es decir, con la adquisición de los conocimientos logosóficos? Se requiere frecuentar el ambiente donde se estudia Logosofía y estar en contacto con los elementos que favorezcan la realización de esta aspiración.
En el orden de las imágenes, ¿acaso en el común de las personas existe una rígida dirección de los principios que determinan sus actuaciones? Lo tenemos en mil proyectos que cada uno acostumbra hacer a diario y luego no realiza, y que en caso de realizarlos resultan muy diferentes de los que se planearon.
Para actuar bien, y si se quiere superdotar de energías al sistema mental-psicológico y aun al físico, evitando que lo venza la inercia, la pereza o el cansancio, tres factores que hacen fracasar comúnmente a los hombres, es necesario conocer a fondo lo que uno se propone hacer, y apreciar sin exceso el alcance de las propias fuerzas y capacidad.
No hay, por lo general, base sólida para mantener los propósitos en vías de realización, y si éstos por una u otra eventualidad son mantenidos hasta cierto punto, llega un momento en que la resistencia de los elementos en acción hace insoportable el equilibrio que se empeñó en sostener, derrumbándose entonces, dentro del ser, hasta la misma esperanza que podía abrigar en su realización. ¿Por qué acontece esto?
Porque se concibe la imagen a medias, sólo la primera parte de la imagen, y se confía en que lo demás vendrá por añadidura. Cuántos han principiado a hacer algo y lo han abandonado a cierta altura; unos quisieron aprender una carrera, otros un arte, un oficio o mil otras cosas, y el empeño duró, puede decirse, lo que la espuma del champagne: apenas el momento de servirse ; ello es debido, justamente, como dijimos primero, a la falta de ese auxiliar constante, tan imprescindible al hombre para que pueda vencer la pereza, la inercia y el cansancio.
Esto quiere decir que solamente la fuerza del conocimiento puede permitir al hombre lograr aun las más altas aspiraciones, porque es ella el más grande estímulo a que puede aspirar, y cuantos más conocimientos posea, más fuerza tendrá y más hermosos los frutos de su realización.
La Logosofía afirma que en todos los seres humanos existen posibilidades; es la primera en reconocer su existencia en mayor o menor grado, a la vez que las estimula a fin de que se pongan de manifiesto. Cada uno debe ir realizando la función que corresponde a esas posibilidades para que éstas, en lugar de permanecer en potencia, se evidencien en su más expresiva realidad. Unos pueden tener una condición propia, no por haberla adquirido mediante el esfuerzo sino por haberla traído consigo al nacer, de la cual otros carecen y que siendo útil, debiera despertar en los demás la preocupación por poseerla. No pueden quejarse, justo es decirlo, quienes nada han hecho por alcanzarla ni tampoco predispuesto su capacidad para poder disfrutar de ella. Pero no debe olvidarse que estamos hablando de una condición, o sea un aspecto de la configuración psicológica, lo que quiere decir que nos es a una sola de las condiciones que se pueden poseer, que debe concretarse el esfuerzo en lograrla, sino a la realización del mayor número posible de las mismas para que la superación sea de carácter integral.
Es lógico que si existe una porción de fuerza dentro del ser humano, éste busque de encauzarla en uno u otro sentido, pues siempre tratará de mejorar aquella condición o cualidad en la cual tiene más posibilidades en virtud de haberse despertado dentro de sí la predisposición; pero, de ahí a que sea consciente de la voluntad empleada o de esa predisposición, hay una gran distancia, ya que la generalidad no puede explicarse por qué acontece que tiene tal o cual facilidad o qué es lo que encauza su voluntad en tal o cual dirección.
Mas éste no es el fin de la existencia ni de la vida. Por sobre esa ilustración que se busca o hacia donde se dirige el esfuerzo u orienta el pensamiento, existe un campo ilimitado de proyecciones para el futuro del hombre, que éste debe ir cultivando para que su capacidad de conocimiento sea cada vez mayor, porque si bien los aportes de saber en el mundo físico son necesarios para las actuaciones corrientes, con los conocimientos trascendentes se podrá actuar en otros campos más elevados, y hasta no sólo vivir en la plenitud de conciencia en cuanto respecta a la propia existencia, sino también será posible vivir en el conocimiento de otras existencias que el mismo universo presenta, pues ya sabemos que no son solamente los seres humanos los que lo habitan. Hay otras clases de existencias que el hombre advierte cuando aumenta potencialmente su caudal de saber, llegando a familiarizarse con ellas al extremo de preocuparle tanto como la propia. No nos referimos a las que puedan hallarse desde los astros hasta el átomo; estamos aludiendo en particular a los pensamientos como existencias animadas cuya presencia en el escenario de la vida humana es tan prominente.
Para que la evolución consciente se verifique, es ineludible registrar todas las actuaciones que se tengan y correlacionarlas cronológicamente; ello indicará mejor que nada los valores que se vayan conquistando y los cambios lógicos que se vayan experimentando en el ser interno a medida que se avance en la senda del conocimiento. Llevar un control consciente de todos los episodios que se van viviendo, es indispensable, a fin de que éstos no aparezcan en el escenario de la vida en desorden o motivados por circunstancias ajenas a la voluntad, sino más bien propiciados por ella, de modo que al asumir el gobierno del propio ser, se sepa dónde se va y se trate de organizar y ordenar el curso de tales episodios para que nada escape al control y pueda seguirse un método sencillo y adecuado en la prosecución de la obra de superación individual.
Todo cuanto entra dentro del campo de la conciencia es innegable para ésta y cobra para el individuo el carácter de convicciones indestructibles.